Fútbol-Sala-Futsal. La relación entre ambos deportes

Se ha escrito mucho desde hace años sobre la relación entre el fútbol y el fútbol sala, tratando de consolidar con diversas reflexiones la evidente autonomía e independencia de este último respecto a aquel. Habitualmente, los análisis han ido encaminados a tratar de separarlos de forma definitiva, evitando de esta forma el consabido apadrinamiento que ha tenido el fútbol respecto al fútbol sala, hasta el punto de que para la gran mayoría, desconocedora de las singularidades del fútbol sala, este ha sido siempre una especie de variante o hijo pequeño del fútbol 11. Afortunadamente, la dimensión actual del fútbol sala ha ido consolidando esa añorada y ansiada autonomía, a pesar de que no son pocos los que todavía hoy, refiriéndose al fútbol sala, lo siguen denominando como futbito. Suelen ser aquellos que se educaron en los años 70 y 80, en los que fue muy habitual, fundamentalmente en el ámbito escolar, referirse a nuestro deporte bajo esa denominación. El propio uso del diminutivo tenía y tiene un carácter peyorativo que convendría empezar a olvidar.

No obstante, aun siendo hoy incontestable que nuestro querido fútbol sala disfruta de una autonomía y crecimiento irrefrenables, tampoco debemos olvidar los nexos y puntos en común que mantiene con el fútbol 11, sin que ello represente una cesión a tesis anteriores. Es evidente que el fútbol 11 nació antes y acumula una serie de leyendas, ritos e historias que mal haríamos en no relacionar con el fútbol sala, aun cuando se trate de deportes diferenciados. Dicho de otro modo, también puede servir para el desarrollo y consolidación del fútbol sala, mirarse de vez en cuando en la historia del fútbol.

Curiosamente, en un trabajo relacionado con el desarrollo del fútbol sala en el ámbito escolar publicado en el año 2012  (FÚTBOL SALA Y EDUCACIÓN. APRENDIZAJE DE UN DEPORTE COLECTIVO PARA LOS ESCOLARES), sus autores (entre los que se encontraban Javier Cachón Zagalaz  y Miguel Rodrigo) hacían referencia a que el fútbol sala como tal, pudo nacer en 1930 en Uruguay, que es donde pueden situarse sus orígenes, reflexionando al respecto sobre la trascendencia que hoy tiene el fútbol sala en el deporte escolar, ya que por la disponibilidad de instalaciones, se está implementando en las escuelas por encima del resto de deportes, algo que debe aprovecharse por los amantes del fútbol sala, para dinamizar su enseñanza y conseguir que adquiera aún mayor relevancia. Curiosa fecha la consignada de 1930, que nos conduce inevitablemente al Mundial de Uruguay y especialmente a la final con Argentina que se disputó en Montevideo. No fue una final más, sino aquella en la que se inventó el balón de fútbol tal y como hoy lo conocemos. Fue en la final de aquel Mundial cuando se jugó por primera vez con el conocido balón de cuero con una vejiga interior. Tras su diseño, tal fue el interés por los contendientes de jugar con su propio balón, que pusieron al árbitro belga de la final en un enorme aprieto, teniendo incluso que sortear con qué balón se disputaba, siendo así que se cuenta que la primera parte se disputó con el balón argentino (curiosamente terminó con 2-1 a favor de la albiceleste), mientras que la segunda parte se disputó con el balón uruguayo, remontando los charrúas hasta el definitivo 4-2. Aquella final, llena de leyenda por lo que supuso de enfrentamiento sudamericano, pasó también a la historia por el nuevo balón, que se convirtió durante años en un auténtico icono que guardó como oro en paño en su propia casa el presidente de la Federación Uruguaya y sus descendientes, hasta que en el año 2006 fue adquirido por un tercero en una subasta, y lo donó al Museo de la Federación Española de Fútbol, donde está expuesto. Ese año de 1930 en el que puede entenderse que nació el FUTSAL y que pasó a la historia en el ámbito futbolístico por la final de Montevideo, debe servir para, reafirmando el carácter único, original y autónomo del futsal, no olvidar que las experiencias y leyendas del fútbol pueden servir, más que para ensombrecerlo, para alimentarlo y darle mayor relevancia, hasta el punto de que algún día, que no debe ser muy lejano, deba considerarse deporte olímpico, por encima de otras disciplinas cuya inserción como deporte olímpico, por delante del futsal, genera cuando menos sorpresa. 

Escribo estas líneas precisamente a final de julio de 2021 cuando se están disputando los JJ.OO, de Tokyo y al día siguiente de que la selección de fútbol de España se clasificara para las semifinales, con un gol en el descuento, que forzó la prórroga, de Rafa Mir, uno de los 9 de la selección y que empezó su carrera deportiva en un equipo de futsal, con el que se proclamó campeón de España.

El futsal está hoy lo suficientemente asentado, reconocido y practicado, como para abandonar definitivamente ese tedioso padrinazgo del fútbol, pero no está de más que aprovechemos de éste, cualquier elemento que pueda servir para impulsar y desarrollar, aún más, nuestro querido futsal. En el estudio antes referido, sus autores afirmaban que el futsal bebió de las fuentes del baloncesto en cuanto al tiempo de juego, del balonmano tomó la validez del gol y del waterpolo la acción del portero. Y del fútbol, la esencia.